- Me cago en tus muertos, como te vea metiendo las narices en mis cosas vas a salir escaldada, no vas a saber nada de lo que haga o deje de hacer, y así son las cosas hdep… tu déjame a mi aire.
- Respuesta re-formulada: Entiendo que estas enfadada, y que sientes que tu intimidad está siendo vulnerada, ¿Cómo crees que podríamos continuar? ¿qué crees que deberíamos hacer para que no te sientas así?
Para los que no lo sabéis, soy mediadora. No se trata de una mediación familiar de despacho, o en un centro, con cuatro paredes, que creáis o no parapetan muchas reacciones. Tampoco se trata de una mediación con personas que acuden a esa mediación con conocimiento de causa y de forma voluntaria, la inmensa mayoría de las personas con las que trabajo no saben que es la mediación y se la explicamos.
Me dedico a la mediación comunitaria, y que queréis que os diga… me encanta, es una mezcla perfecta entre la mediación como tal y el trabajo social, pero a veces cuando quiero seguir esas técnicas de comunicación cuadriculadas, medidas, en las cuales cada palabra cuenta, puesto que puede cambiar el curso de una sesión… me siento gilipollas.
Me salgo de mi misma y me escucho y pienso: esta tía es tonta, ¿de donde se ha escapado?, ¿porque hablo como si fuera un robot?
Para que me entendáis la primera frase es un ejemplo cualquiera de un inicio de sesión cualquiera, de una persona al azar, a la que yo sin los corsés de la mediación respondería:
- Mis muertos y tus muertos tranquilos, aquí no valen amenazas, vamos a hablar como adultos y si no quieres continuar, pues lo dejamos aquí.
Más fácil más del día a día y sobre todo más yo. Creo que sabiendo los limites, cada uno tiene que buscar su propio lenguaje porque no hay nada que te bloquee más que no estar cómodo con lo que dices. Ya seas trabajadora social, o mediadora (chicos incluidos) nuestra herramienta principal es la comunicación.
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